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France24 - María Camila Hernández (10/05/2020)

Inestabilidad política y coronavirus: Brasil se encamina hacia su peor contracción económica

A medida que aumentan los contagios y las muertes por Covid-19 en el gigante sudamericano, también empeoran los pronósticos para la economía

A medida que aumentan los contagios y las muertes por Covid-19 en el gigante sudamericano, también empeoran los pronósticos para la economía. En medio de constantes choques de poder y mensajes encontrados, el manejo de la crisis por parte de Jair Bolsonaro se revela como el problema de raíz.

En enero de 2019, Jair Bolsonaro llegó a la presidencia de la mano de su ministro de Economía, Paulo Guedes, con la promesa de liberalizar la economía y atacar el problema de la deuda pública. Luego de una fuerte crisis económica en 2015 y 2016, Brasil transitaba por el camino de la recuperación. “Excesivamente lenta”, según algunos economistas y sorteando obstáculos políticos, pero con la expectativa de mejorar en 2020. En noviembre del año pasado, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) preveía un crecimiento por encima del 1,5 % para el gigante sudamericano.

Como le explicó a France 24 Sandro Maskio, profesor de Economía de la Universidad Metodista de Sao Paulo, la caída de alrededor de un 8 % durante el bienio 2015-2016 había sido “la mayor contracción registrada en la historia”. En los años siguientes, el crecimiento ha sido de un poco más del 1 % por año, una lentitud que se explica “por la caída en el ritmo de las inversiones, especialmente en el sector público”. Además, destaca Maskio, el aumento del desempleo y el subempleo ha debilitado el consumo de los hogares, que fue un motor importante de la economía entre 2010 y 2014.

En esas circunstancias llegó el Covid-19, el virus que Bolsonaro no ha cesado de calificar como “una gripita”, a pesar de que Brasil es hoy el país de América Latina con más contagios y mayor número de muertes, y está entre los diez países más afectados a nivel mundial. Al 10 de mayo registraba 156.604 personas contagiadas y 10.697 fallecidos.

Mientras aumenta la propagación del coronavirus, empeora el panorama económico. El índice Bovespa, de referencia en la Bolsa de Sao Paulo, ha tenido uno de los peores desempeños en el mundo este año. Según datos recopilados por Axios, en el primer trimestre la Bolsa brasileña cayó un 51 % y el real se devaluó en un 37 %. De acuerdo con la más reciente previsión de Société Générale, la contracción este año será del 7,4 % y la deuda representará el 100 % del Producto Interno Bruto (PIB) en 2022.

“Actualmente hay consenso en que la economía se reducirá entre un 5 % y un 7 % en 2020, lo que será un récord histórico negativo”, le dijo a France24 Gilberto Braga, profesor del Instituto Brasileño de Mercados de Capitales (Ibmec), en Río de Janeiro.

En medio de la emergencia, el 7 de mayo el Congreso ratificó una enmienda constitucional para permitir al Banco Central implementar un programa de quantitive easing (QE), una medida de estímulo no convencional que consiste en la compra de activos de deuda pública por parte de un banco central para aumentar la oferta de dinero. Si bien entidades como la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE) utilizaron esta herramienta después de la crisis financiera de 2008, la decisión de Brasil marca un hito en la región. Según el Financial Times, será el programa de QE más grande del mundo emergente.


Aislamiento en Brasil: “leve y costoso”

“Lo que está ocurriendo es un aislamiento leve, que es el peor de los mundos para la economía”, le dijo a este medio Guilherme Magacho, investigador asociado de la Fundación Getúlio Vargas (FGV). “La población más rica, que tiene mejores condiciones, está haciendo el aislamiento y esto se refleja en una reducción drástica del consumo. Dependiendo del sector, el consumo cayó más del 50 %. Sin embargo, como los más pobres y, especialmente los empresarios informales y pequeños no reciben el apoyo adecuado, no pueden hacer el aislamiento necesario. La consecuencia de esto es que el período de aislamiento será más largo y, por lo tanto, más costoso”.

Según una investigación realizada por la FGV, el costo del aislamiento supera los 70.000 millones de reales (USD 12.150 millones) por mes. Para Magacho, debido a que el aislamiento ha sido blando, el virus seguirá circulando y las personas se abstendrán de ir a entornos de consumo como centros comerciales, bares o restaurantes. “Además, la falta de compromiso del Gobierno con el mantenimiento de empleos y la supervivencia de las empresas debería dejar consecuencias relevantes en la actividad económica. No sería difícil, en este sentido, ver a la economía brasileña con una caída del PIB de más del 8 % este año”, afirma el investigador.

El aislamiento como medida para contener el coronavirus ha sido uno de los principales factores de conflicto entre el presidente Bolsonaro y los gobernadores y alcaldes del país. De manera reiterada, el mandatario brasileño ha expresado su preocupación por los efectos de estas medidas sobre la economía. Los choques de poder han sido contundentes, por ejemplo, entre Bolsonaro y el gobernador Joao Doria, de Sao Paulo, que con 46 millones de habitantes representa el 32 % de la economía del país. Es, además, el estado con más casos de Covid-19.

Si bien Doria y otros gobernadores y alcaldes han decretado medidas de aislamiento, que incluyen cierres de colegio y de negocios no esenciales, el confinamiento no ha sido tan estricto como en otros países. El pasado 17 de abril, Doria señaló que la tasa de aislamiento se situaba en un 49 %, muy por debajo de lo recomendado para frenar la expansión del virus. El 3 de mayo, 18 estados anunciaron la ampliación o endurecimiento de medidas de aislamiento.

Por su parte, Bolsonaro ha criticado la postura de los gobiernos estatales: “la destrucción de los empleos por parte de algunos gobernadores es irresponsable e inadmisible. Vamos a pagarlo caro en el futuro”, dijo durante una protesta. El presidente no solo ha chocado con los gobernadores, sino también con los miembros de su propio gabinete. Es el caso del exministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, quien defendía las medidas de aislamiento social. Su reemplazo, Nelson Teich, ha señalado en los últimos días que no descarta establecer cuarentenas obligatorias en algunas regiones si la situación empeora.


Choque de poderes a nivel federal también afecta la política económica

Para Sandro Maskio, estos choques no solo se han generado en torno a cómo contener el virus; también en lo que respecta al rumbo que debe tomar la economía. “El ministerio de Economía insiste en la adopción de soluciones liberales para estimular la economía, al mismo tiempo que el Ministerio de la Casa Civil coordina la realización de una política de intervención en la economía brasileña, lo que demuestra un desencuentro en el poder ejecutivo federal”.

Mientras el ministerio de Economía apuesta por la desregulación del mercado laboral y “la apertura exacerbada de la economía”, la historia muestra que “en prácticamente todas las crisis económicas importantes la adopción de medidas de intervención para aumentar la demanda y el nivel de producción resultó ser esencial para recuperar la actividad económica”, señala Maskio.

Por su parte, Gilberto Braga considera que aunque nunca serán suficientes las medidas económicas para enfrentar la actual emergencia, en general se han adoptado las disposiciones correctas: “suspender el pago de las deudas de los estados y municipios al Gobierno Federal, eliminar las restricciones sobre el endeudamiento general de empresas y particulares, posponer el pago de impuestos, hacer que las relaciones laborales sean más flexibles para evitar despidos y distribuir ayuda financiera a los más necesitados”. Sin embargo, señaló que la efectividad de dichas medidas “no es absoluta, porque dependiendo de la región de Brasil existen diferentes perfiles de población y mucha ineficiencia en el sector público”.

Además asegura que “el Gobierno no puede hacer todo y es necesario imponer un límite al crecimiento del déficit público”. Esta tensión entre intervención y liberalización parece estar pasándole factura también a la relación entre Bolsonaro y Guedes. Según fuentes consultadas por Bloomberg, aunque aún no se habla de renuncia, el futuro del ministro de Economía en el Gobierno ya no es tan claro.

De acuerdo con las fuentes citadas, Guedes se está cansando de perder las batallas del presupuesto en el Congreso. La más reciente derrota ocurrió el 6 de mayo, con la aprobación de una ley para otorgar apoyo financiero a los estados y municipios para afrontar la emergencia del coronavirus; una iniciativa que representará un gasto público de USD 8.600 millones para finales de 2021. Aunque al principio existía la condición de congelar los salarios de servidores públicos durante 18 meses, luego se incluyeron ciertas excepciones, como los policías y los trabajadores de la salud.

Tal como sucedió con el exministro Mandetta, el jefe de gabinete Walter Braga Netto y el secretario de Gobierno, Luiz Eduardo Ramos, habrían intervenido para aliviar las tensiones entre Bolsonaro y Guedes, luego de que este último se enterara de que el presidente había dado luz verde a dichas excepciones.


El clamor por proteger la salud se enfrenta al clamor por salvar la economía

A pesar de los supuestos roces, Bolsonaro y Guedes coincidieron el 7 de mayo en ofrecer un panorama dramático, asegurando que la economía está al borde del colapso. Guedes señaló que según líderes empresariales, existe el peligro de que la producción se paralice y empiecen a escasear alimentos dentro de 30 días, y añadió que los subsidios para los más pobres pronto se agotarán. Por su parte, el presidente Bolsonaro aseguró que algunos estados habían ido demasiado lejos en sus medidas de distanciamiento social y que se deben tomar medidas rápidas para sacar a la economía de “cuidados intensivos”.

Mientras tanto, las cifras de expansión del virus no son menos alarmantes. El mismo día en que Bolsonaro y Guedes hacían fuertes advertencias por el estado de la economía, se registraba un nuevo récord: más de 600 muertes por tercer día consecutivo a causa del coronavirus, siendo Sao Paulo, Río de Janeiro, Ceará, Pernambuco y Amazonas los estados más afectados. El 8 de mayo, 751 personas murieron a causa del Covid-19.

Precisamente desde Manaos, capital de Amazonas, el alcalde Arthur Virgílio Neto le pidió a la activista ambiental Greta Thunberg ejercer su influencia para combatir el virus en su ciudad. “Necesitamos ayuda. Hay que salvar las vidas de los protectores de los bosques, salvarlos del coronavirus. Estamos ante un desastre, una barbarie”, dijo en un video publicado en su cuenta de Twitter. La tasa de muertes en esta región (19,4 por cada 100.000 habitantes) es muy superior a la media nacional (4,4 muertes por cada 100.000 habitantes).

Y aunque las cifras oficiales son preocupantes, los expertos vienen advirtiendo que estas no reflejan el estado real de propagación. De acuerdo con investigadores de la Universidad Federal de Minas Gerais, consultados por The Washington Post, el 24 de abril, el número real de casos podría ser ocho veces mayor que el reportado. Un grupo de investigación de la Universidad de Sao Paulo, consultado por el mismo diario, sugirió que podrían ser 16 veces más.

Para Domingo Alves, científico de esa misma universidad, el Gobierno no puede controlar el virus porque no sabe qué tan serio es, y predijo un futuro sombrío: “Se pondrá mucho peor. Habrá filas en los hospitales. Habrá filas en los cementerios. Las próximas semanas serán muy oscuras”. El pronóstico de Alves no estaría muy lejos de cumplirse, pues el alcalde de la ciudad de Sao Paulo ya anunció que el 90 % de las camas de cuidados intensivos en hospitales públicos ya están ocupadas.

Por muy pesimistas que sean los pronósticos, tanto en lo que respecta al Covid-19 como a la economía, el problema de raíz parece ser la gobernabilidad de Bolsonaro. Choques con los estados y con el Ministerio de Salud en el manejo del coronavirus, discrepancias a nivel federal sobre el manejo económico y, como la cereza del pastel, la renuncia del ministro de Justicia, Sérgio Moro, tras acusar a Bolsonaro de interferir políticamente en la Policía Federal.

Ante todas estas dificultades, la única respuesta del presidente ha sido redoblar “el matoneo y la grandilocuencia” contra sus críticos y adversarios, asegura Ilona Szabó, directora ejecutiva del Instituto Igarapé. “Crisis como estas requieren de un liderazgo enfocado y competente. Bolsonaro y sus colegas populistas demagogos alrededor del mundo son incapaces de eso, y entre más tiempo permanezcan en el poder, más gente morirá”.